No es la
primera vez que las zancudas se atreven a hacer incursiones en el casco
antiguo, pero parece que han perdido una pizca de vergüenza y también se han
posado más cerca del reloj del Ayuntamiento, en la punta de la Casa
Consistorial, algo envalentonadas a cuenta del confinamiento humano.
La menor
presencia de vecinos en la calles ha dado alas a las cigüeñas que, además de
los habituales nidos en lugares como la vieja chimenea de la alcoholera de
Echarri, han ensayado nuevos asientos como el que han preparado ahora en la
torre del campanario de San Pedro.
Lejos
quedan años en los que estuvieron a punto de desaparecer del pueblo, de llegar
solo a principios de febrero por san Blas o de ser protagonistas de aquella
vieja canción, que ya recuerdan pocos, que las pintaba en torre del castillo
con la pata levantada, tirando “vientos” que apuntaban a las muetas de Tafalla.
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