miércoles, 12 de febrero de 2020

LA DECLARACIÓN QUE "SALVÓ" EL PALACIO CUMPLE 95 AÑOS

El Palacio Real de Olite/Erriberri fue declarado “Monumento Nacional” el 22 de enero de 1925, hace ahora 95 años, tras un llamamiento desesperado para detener su estado de ruina por parte de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra y una campaña de sensibilización en la prensa local que, al final, felizmente culminó con su adquisición por la Diputación Foral y una posterior restauración que alejó el peligro de desaparición de la que entonces llamaban la “Alhambra de Navarra”.
            El subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Antonio Rodríguez Villa, firmó la Real Orden que se convirtió en salvavidas del castillo navarro en plena dictadura del general Primo de Rivera que discurría bajo la corona de Alfonso XIII. La Gaceta de Madrid, el BOE de la época, recogió una declaración del castillo merecida “por los recuerdos históricos que atesora y por su importancia monumental, verdaderamente inapreciable”.
            La orden recordaba que el movimiento por parte del Estado se realizaba a petición de la comisión de monumentos que sostenía que el palacio era la “joya” de Navarra. La iniciativa fue avalada por un informe de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, que entendió que la fórmula también tenía que extenderse a la aledaña iglesia de Santa María.
            El Palacio Real, construido en su mayor parte por el rey Carlos III a partir de 1388, era propiedad de la Corona de Navarra y, tras la conquista de 1512, pasó a manos del Estado. Su conservación se encomendó a unos alcaides, cargo hereditario que recayó primero en el linaje nobiliario de los Rada y, a partir de 1728, en los Ezpeleta de Beire que lo inscribieron a su nombre en el registro de la propiedad de Tafalla.
            La comisión de monumentos para la que trabajó en ese controvertido asunto Iturralde y Suit consiguió implicar al Estado para obtener la declaración de “monumento nacional” y recuperar así una propiedad necesaria para proyectar la deseada restauración. La Diputación de Navarra, por fin, compró las ruinas, paso previo para convocar un concurso de recuperación que ganaron en 1926 los hermanos Yárnoz.