Tipos navarros en 1839 |
Esta es la historia de una mujer transgénero, adelantada a
su tiempo, que vistió de hombre para ocultar su sexo y se convirtió sin
pretenderlo en defensora de la igualdad y la emancipación a mediados del siglo
XIX. Fue Francisca Burdeos Zamboráin y trabajó de criado en Olite y tuvo novia
en Tafalla.
“Más
noticias sobre Francisca Burdeos Zamboráin (1810), una mujer-soldado que pasó
por hombre” es el trabajo que el prolífico historiador Ángel García-Sanz
Marcotegui publica en el último número de la revista “Huarte de San Juan”, de
la Facultad de CC Humanas y Sociales de la UPNA y que tiene un punto de
contacto con nuestra Merindad.
El profesor
García-Sanz revela que fue precisamente en Olite donde Francisca tuvo que abandonar
la localidad para no revelar su mayor misterio, pues “llegó a punto de dar
palabra de casamiento a una joven de Tafalla, cuya broma, convertida en veras,
la obligó a mudar su residencia por no descubrir su secreto”, según recoge el
investigador de la prensa de la época.
Olite a mediados del siglo XIX |
Francisca vistió
como un hombre desde niña y llegó a luchar de soldado en la primera guerra
carlista y en los enfrentamientos de Madrid de 1854, ocultando siempre su
condición femenina. Se dijo incluso que 1861 “convivía con su pareja, una mujer
con hijos ...”. La información sobre ella procede de varios juicios en los que
estuvo mezclada y que recogen diversas publicaciones de la época sin rechazo
alguno en el tratamiento, destaca García-Sanz.
Pero la historia
de nuestra protagonista comenzó mucho antes de salir en los papeles. Francisca
nació en Tiermas, en la muga de Navarra y Aragón. Su madre era de Burgui y su
padre de Navardún. De adolescente tomó el nombre de su hermano Benito, que
había muerto en Eslava. Maltratada por una madrastra, a los 13 años se marchó a
Sangüesa y trabajó de guía de bueyes.
Mujer soldado |
Al comenzar
la guerra carlista se alistó en el cuerpo de Tiradores de Isabel II, donde
“siempre se portó como el más valiente soldado”. Obtenida la licencia, halló empleó
en el campo “sin decirles que era mujer” y, curiosamente, primero lo hizo en
Olite. Durante una año fue criado de Isidro Lasaga y luego estuvo en casa de
Elías Gómez Labarta, uno de los diez mayores contribuyentes.
“Por aquel
tiempo engañó a su propio hermano Sebastián, cuando volvió de América, pues le
hizo creer que era Benito y que Francisca había fallecido”, señala el veterano
historiador que precisa que en este momento es cuando prometió matrimonio a una
joven de la vecina Tafalla, lo que le forzó a dejar Olite “para no descubrir su
sexo”.
El deambular le llevó finalmente a
Tudela, donde trabajó en una cantina en la que una discusión con la dueña le
condujo a prisión y allí a revelar su identidad para no compartir celda con los
hombres. Encausada por estafa, en la Audiencia de Pamplona declaró en su
defensa que en su trasformismo “jamás había abusado de este para faltar en lo
más mínimo a los deberes de mujer honrada, a pesar de haber estado entre
soldados libertinos que jamás advirtieron
que fuese mujer ... y aunque bebía vino jamás ha incurrido en la embriaguez por
el temor de que al recogerle le descubrieran el pecho y por ello su sexo ...”.
Seguramente
fue absuelta y entre 1849 y 1854 apareció otra vez en la prensa de Madrid, donde
volvió a combatir como soldado en las barricadas de la Plaza de Bilbao. Tenía
cerca de 44 años y, según la descripción de “El Clamor Público”, era “de
mediana estatura y lleva siempre el traje varonil”. Durante tres años fue
asistente del comandante Francisco López Fabra y también pudo haber participado
en la guerra de África. Continuaba aun “vistiendo el traje de hombre, sin que
su ánimo sea engañar a nadie, sin que tenga proyectos criminales ni inmorales
...”