Un buen calderete de los que se catan en Santa Brígida de
Olite tiene que tener carne de un excelente cordeo, como los que abastecen Galar,
Clavería o Domínguez, si ir más lejos. También hacen falta las mejores patatas
de, por ejemplo, el Prado, que se aderezan con cebollas y pimientos verdes del huerto Real.
La mano del cocinero es harto
importante a la hora de que el guiso hierva al ritmo y el punto de sal y otros
secretos, como el tomillo del monte Encinar, aportan una gracia especial que
sabe a gloria en estos campos bendecidos en la romería a la que ya peregrinaba
Doña Blanca o su hijo el Príncipe de Viana.
Con una
habilidad olitense condimentaban en 1967 el caldero de la foto, de izquierda a
derecha, Mª Luz Martínez Rodríguez, Agustina Vicente Sanz, Luis Mª Martínez
Rodríguez, Ángeles Beruete, Mª Pilar Perea, Visitación Arteaga y Agustín Perea.
Han pasado 50 años, pero desde el siglo XXI todavía sabe a rico aquel guiso cocinado
al calor de la ermita.