sábado, 22 de marzo de 2025

OLITE 1930, UN PUEBLO EN MANOS DE POCOS APELLIDOS

Con la Dictadura de Primo de Rivera en agonía y los efectos de la crisis mundial del 29 en la mochila, el Ayuntamiento de Olite/Erriberri se renovó el 25 de febrero de 1930 por votación censitaria en el que las grandes fortunas y los mismos apellidos se repartían el poder en vísperas de que con la II República aquel oligopolio político saltara por los aires.

    En un momento en el que la monarquía de Alfonso XIII ya declinaba el vecindario decidía poco y, de verdad, eran los propietarios importantes los que tenía la sartén por el mango en una localidad con 2.844 habitantes a la que correspondía 13 representantes municipales. De ellos, siete salían entre los mayores contribuyentes y otros seis entre los que más votos habían obtenido en las anteriores elecciones de 1917, o sea exconcejales.

            De los acaudalados del pueblo fueron designados Félix García Torres, Cipriano Torres Echarri (exalcalde), Julián Eraso Pérez y Vicente de Miguel Torres (ambos exconcejales), Fausto Ochoa Martínez de Azagra, Santiago Torres de Miguel (también exedil) y Elifio Bariáin Lerga. 

            De los antiguos concejales de 1917 volvieron al Ayuntamiento Luis García Lacalle, Facundo Abaurre Echegoyen, Servilo Labarta Urdín, Sabas Corcín Navarro, Tirso Echaleen Baigorri y Adriano Úriz Muguiro. 

           En segunda votación fue alcalde con siete votos Fausto Ochoa. Otro gran propietario Elifio Bariáin, ocupó la primera tenencia y la concejalía de comunales. Los meses siguientes se desató una cadena de dimisiones de representantes de las mayores fortunas. 

Primero renunció Vicente de Miguel. Después Julián Eraso. Les reemplazaron Pedro Izco y Vicente Carricas Inda, quienes a su vez también dimitieron para que pasara el puesto a Andrés Muguiro Balduz y Eulalio Leoz Mendía. Este último también abandonó en favor de Asterio Echarri Arangoiti. Entre todos conformaban el pódium de los apellidos que mangoneaban el municipio. 

            Otro foco de poder era la Junta de Veintena a la que, por ejemplo, había que consultar cuando se habilitaban algunos presupuestos municipales. La componían los ocho mayores contribuyentes. En abril de 1930 se sentaban en ella Julio Torres Elarre, Caya Díez Gómez, Salvador Ferrer Galbete y los responsables de la fábrica Harino Panadera Olitense. 

            Entre los siguientes cuatro mayores contribuyentes se sorteaban otros tantos puestos, que recayeron en Asterio Echarri Arangoiti, Vicente de Miguel, Julián Eraso y la viuda de José Sola.

             Las mismas familias, de una u otra forma, colonizaban los centros de decisión y controlaban las mayorías tanto del Ayuntamiento como de la Junta de Veintena. Al pueblo llano le quedaba poco más que la protesta. A la vez la sociedad se trasformaba y, por ejemplo, el 22 de abril de 1930 se instaló el teléfono en la Casa Consistorial. “Enterados que es muy conveniente”, el ayuntamiento autorizó para colocarlo un gasto de 22 pesetas y 13,50 más para la cuota mensual.