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Fotograma de "La trinchera infinita" |
Elío, al
que el alcalde Joseba Asirón dedicó en enero de 2018 una merecida plaza frente
a la Audiencia de Iruña, salvó su pellejo republicano de milagro, gracias a un
comisario del bando contrario que no le denunció. Muchísimos corrieron entonces
la suerte contraria. El juez estuvo encerrado, como el jornalero de la
película, en un agujero que no llegaba a los tres metros cuadrados desde el
que, cuentan, podía oír cómo a 200 metros ejecutaban en la Vuelta del Castillo
a los antifascista navarros.
El magistrado consiguió, al fin, huir a
Francia. Acabó en el campo de concentración de Gurs y luego llegó a México. Se
tuvo que ganar la vida de dependiente en un comercio y murió exiliado en 1968.
Contó su historia en “Soledad de Ausencia.”, que
la editorial Pamiela difundió, una historia que ahora recuerdan las películas
pero, más de 83 años después, no se estudia bien en los institutos mientras
emerge el mensaje de la ultraderecha precisamente en capas de jóvenes que
ignoran.