Al hilo del cambio de nombre de la Avenida del Ejército de
Pamplona por el de Catalina I, última reina de la Navarra independiente, y para
descalificar la decisión del Alcalde Joseba Asiron, se ha vuelto repetir la cantinela
de que la monarca y su esposo, el rey Juan III, fueron unos afrancesados que
tenían desatendido el reino, un viejo infundio que ya puso hace 14 años en
solfa el historiador pamplonés Álvaro Adot Lerga en su libro “Juan de Albret y
Catalina de Foix o la defensa del Estado Navarro (1483-1517), de editorial
Pamiela, en el que demostraba como prueba de arraigo que la mayoría de los doce
hijos que tuvieron hasta 1512, nueve en concreto, nacieron en Navarra (Magdalena,
por ejemplo, en Olite el 29 de marzo de 1494).
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Retrato de Catalina de Foix |
Precisamente en el archivo municipal
de la ciudad del castillo hay un códice que también habla de milicias y
regimientos, como la avenida pamplonesa, y que en el lomo lleva el título “Daños
que hizo el conde de Lerín en Olite con el ejército de Castilla” y que,
además, avala el interés que tanto Catalina como su marido tuvieron en la
defensa de reino frente a quienes intentaron, y consiguieron, su ruina. Se
trata del documento conocido como “Inventario de Bienes de Olite (1496)”,
descubierto hace 40 años por el recientemente desaparecido medievalista
tafallés Ricardo Cierbide Martinena.
En esta alhaja
en pergamino la titular del reino no ceja en reclamar al rey de Castilla y
Aragón, Fernando el Católico o el Falsario, para que resarza a los de Olite de
los daños hechos por su soldadesca aliada que saqueó la población durante meses
y arruinó la mayoría de haciendas, quemó casas, secuestró vecinos, sustrajo
rebaños enteros, robó cereales o vino y rapiñó desde joyas a libros. Todo ello
quedó apuntado, inventariado, tras escuchar a los testigos que pasaron aprestar declaración con nombre y apellido.
Unas pérdidas cuantiosas que Catalina I y Juan III intentaron cobrar para los
olitenses y que nunca se pagaron.
Meses antes
del asalto, cuando Catalina fue proclamada heredera al trono de Navarra,
Castilla alertó a su ejército y el consejo de Olite, ante el peligro, trató con
los de Tafalla la defensa de la comarca y les prestó dos cañones o culebrinas.
Fue en vano, porque a fin de humillar a la plaza fiel a los monarcas navarros, gentes
castellanas del obispado de Calahorra apoyaron al conde Luis de Beaumont para lanzar
el saqueo.
Del
inventario hecho de las 222 casas asaltadas se deduce que no quedó
prácticamente hogar de Olite sin quebranto. El montante de todo lo robado o
destruido ascendió a 23.861 florines, que la reina Catalina tuvo siempre muchas
dudas en cobrar porque, escribió Cierbide, “el daño ascendía a una suma que
excedía el valor de los bienes del Conde, y porque Fernando el Católico no
correría con ello ...”.
El
documento de daños que guarda el archivo es preciosísimo por su detalle y la
información de todo tipo que descubre. Por ejemplo, a Pere Esteban le sacaron
de casa “un buey y dos asnos y los echaron por la puerta de la villa, a fuera,
y no le dejaron salir por ellos y se los comieron los lobos. Valen ....”. Y así, muchos y muchos
olitenses, a los que Catalina I amparó frente al ejército que mancilló y
arruinó la población.