Os parecerá mentira a los jóvenes, pero hubo un tiempo en que los teléfonos estaban atados a un cable. Los novios acudían a las cabinas
públicas para amar en distancia a través de un hilo o las madres llamaban a sus
añorados hijos cuando cumplían una mili forzada, por ejemplo, en Ceuta. Las
cabinas telefónicas eran actualmente como los dinosaurios de un álbum
descolorido. Este sábado han retirado de Olite/Erriberri la última que resistía
inútil en la Placeta.
Telefónica ya no está obligada al mantenimiento
Hubo años no tan lejanos que
desde la cabina de la Plaza de los Teobaldos el más solterón del pueblo mantenía conferencias internacionales los domingos con una novia cubana mientras los amigos hacían cola
para pasarse el auricular y hablar también con quien nunca llegó al pueblo. Mil
historias, bonitas y feas, conoció la última cabina. Antes hubo otra más en la
Plaza Carlos III, de aquellas con caja de aluminio, que también fue desmontada
porque el mismo servicio que daban viaja ahora en el bolsillo de cualquier adolescente.
Los
empleados de Telefónica han retirado la cambia que guardaba mil secretos en la
Placeta. Llegaron a media mañana con un camión. Ahora la empresa ya no está
obligada a su mantenimiento. De cuatro martillazos sacaron primero el corazón
del artefacto, el depósito de monedas y el auricular ligado siempre a un cable
endemoniadamente enrollado. Después desatornillaron las piezas, la mampara y el
logo azul. Emplearon hasta una radial. En dos horas zanjaron la tarea.
Recogieron todo y adiós. Desaparecieron miles de conversaciones, cientos de
lágrimas o risas y hasta el sueño de una novia que nunca dejó el Malecón de La Habana por el Palacio de Olite/Erriberri.