jueves, 9 de febrero de 2023

LA IMPORTANCIA DEL APELLIDO EN LAS PARROQUIAS DE OLITE

Curas y estandartes hace más de un siglo
Hasta bien entrado el siglo XIX los feligreses de Olite/Erriberri pertenecían a una de las dos parroquias del pueblo en función de su apellido, no del barrio en el que habitaban o la proximidad a una de las dos siempre antagónicas San Pedro o Santa María que era lo habitual en otros pagos.

            El cura Juan Albizu (1876/1955) descubrió a principios del siglo pasado que esta jurisdicción “tan excepcional” duró aproximadamente hasta 1881 y que el reparto por familias pudo comenzar a mediados del s XVI con los registros de fieles que inició el Concilio de Trento.

Procesión en la travesía del pueblo
            En la localidad, por tanto, marcaba la pertenencia la descendían de un padre, su esposa, y la trasmitían los hijos varones que mantenían el apellido. Los vecinos que llegaban de fuera tenían la opción de elegir entre San Pedro o Santa María.

            De esta curiosa manera se podía dar el caso de olitenses/as de distintas parroquias que vivían en la misma casa o tenían domicilio al lado de una iglesia sin ser feligrés de ella, según explicó en 1915 el también sacerdote de San Pedro en sus “Apuntes históricos de la ciudad de Olite”. 

Parroquianos con sus cruces en la Plaza
           Entre los apellidos que exclusivamente eran sanpedreros, entre otros, estaban Aldave, Andía, Brinol, Castellano, Chueca, Egea, Izurriaga, Fadrique, Galdeano, Jaurrieta, Labarta, Lerga, Lopeandía, Lus, Mangado, Rodeles, Oyaga, París, Suescun, Sos, Torres, Viela o Uriz. Por contra, en Santa María estaban, por ejemplo, los Abaurrea, Arizmendi, Eraso, Gorri, Lorente, Marticorena, Villar, Ujué o Escudero.