sábado, 13 de febrero de 2021

EL PAPEL DESTACADO DE OLITE EN LA CORONACIÓN DEL REY

El 13 de febrero de 1390 la catedral de Pamplona acogió la coronación de Carlos III el Noble y en el ceremonial el representante de Olite guardó un lugar destacado como procurador de una las cinco buenas villas del reino a las que se reservó guiar el estribo del caballo que montó el monarca en un desfile espectacular.

            La conducción del corcel o la elevación sobre el pavés, el escudo, del rey de Navarra sostenido por sus súbditos era una teatralización del poder muy particular con respecto a otras monarquías vecinas de carácter divino. El rito navarro era “más laico”, según recoge del medievalista José Mª Lacarra la historiadora Merche Osés en su tesis “Poder, simbología y representación en la Baja Edad Media: El ajuar en la corte de Carlos III de Navarra”.

            En la catedral de Santa María estaba aquel día el procurador de Olite por ostentar asiento preferente en las Cortes. La víspera de la coronación, el representante olitense y los de Pamplona, Estella, Tudela y Sangüesa también escoltaron a Carlos III en la formalidad del velatorio.

            Un largo ritual cargado de simbolismo esperaba al día siguiente al monarca. Primero, Carlos Evreux prestó juramento al pueblo. A continuación los súbditos devolvieron la fidelidad. “Por primera vez los representantes de las villa juran al rey personalmente y no bajo la representación de los ricoshombres, lo que denota la importancia creciente de las villas y los burgueses en el escenario político del reino”, destaca Osés en su trabajo.

            En otro momento importante del rito, el rey mismo tomó la corona y se la colocó en la cabeza. “No la recibe de nadie, mucho menos del poder religioso”, subraya la autora y añade que, por tanto, el monarca exhibe “la independencia de su poder respecto al obispo, por más que se corone en su catedral”.