La pala excavadora ha convertido en polvo estos días los
últimos cimientos de la antigua posada de las “Rupertas” en Olite, un edificio
que estaba situado en los primeros números de la rúa de San Francisco, frente a
la Placeta y en pleno casco antiguo. El valor artístico de la casa no era tan
relevante como el sentimental para quienes conocimos, siempre asomadas a sus
grandes ventanales, a las hermanas Cruz y Vicenta Jaurrieta, que heredaron el
nombre de “Rupertas” de una madre que fue prima carnal de mi abuelo Fulgencio
Ansa Jaurrieta.
El salón del primer piso era amplio,
algo lúgubre a los ojos de un niño de hace 40 años, y tenía un gran barra que
se veía desde la calle. En la fachada, un letrero anunciaba “Posada/Chambre” al
lado de una chapa redonda de “Beba Coca Cola”. Las “Rupertas” y su madre
sirvieron allí comidas y copas. En el segundo piso había camas y, creo, hasta
fue salón de baile en tiempos duros de posguerra. Con la muerte de las hermanas
el negocio decayó, el edificio pasó de manos y, en las últimas fiestas
patronales, acogió hasta la venta de pollos asados. Los nuevos vientos empujan
tanto como la pala excavadora y desde la semana pasada la posada de las “Rupertas”
es solo historia menuda, pero importante.