domingo, 13 de agosto de 2023

¿DÓNDE FUERON A PARAR LAS JOYAS DE BLANCA DE NAVARRA?

Las alhajas que seguro lució Blanca de Navarra en el Palacio de Olite tuvieron un mal final a cuenta del manirroto de su marido Juan II, el rey aragonés consorte, ya que se empeñaron para financiar sus guerras contra Castilla. La corona personal de la reina sí que llegó a heredarla el hijo, el Príncipe de Viana.

            Cuando en 1425 se sentaron en el trono Blanca y Juan la situación del Reyno era precaria y todavía entró más en crisis con el inicio de hostilidades contra el rey castellano, momento en el que la reina tuvo que vender en Barcelona parte del tesoro para saldar una deuda de 15.000 florines, como ha recordado una y mil veces el especialista en los Evreux Mikel Zuza.

            Blanca se deshizo de una imagen de oro de san Pablo que tenía tres rubíes morados, un zafiro y ocho perlas. También se desprendió de otra imagen de santa Catalina con engastes de perlas en oro y una más de san Pedro con un pie adornado con nueve perlas, dos balajes y dos zafiros y otra del mismo santo con peana de planta. Además, vendió dos castillos en miniatura y un incensario de plata, un libro con rubíes, perlas y zafiros, una jarra y bacinilla de oro y una espada con un balaje incrustado, según ha recogido Javier Martínez de Aguirre.         

            Todos los fondos fueron dilapidados en una campaña militar desastrosa para Navarra, que acarreó enormes gastos y la destrucción de pueblos que estaban en la muga de influencia castellana, como Corella o Uharte Arakil.

            La reina, no obstante, mantuvo la corona personal que en su testamento de 1439 legó a su hijo como descendiente directo de la dinastía y llamado a heredar el trono, algo que se encargó de dinamitar el padre.

            La corona de oro de la reina de Navarra estaba cargada de perlas y piedras preciosas y, a la vez que ella, Blanca trasmitió al Príncipe “todas la obras, joyas, baxiella de oro e plata, paramentes e cosas contenidas en un inventario feyto de la mano del maestro Symon de Leoz”.