Por
fortuna, aquella sima abierta con sangre se ha ido cerrando gracias, sobre
todo, a la generosidad ciudadana, menos entendida por los herederos políticos
de los golpistas que, cuesta creerlo, todavía no han rechazado de forma
diáfana el levantamiento contra la voluntad popular expresada en las urnas de
aquella II República.
Solo hace unos meses, en abril y
también 80 años después, se pudo ver a unos representantes municipales del
Ayuntamiento olitense en un reconocimiento institucional, no popular como en
1979, de reparación moral de las
víctimas del odio político del 36. Recordar es no olvidad, para no repetir. La
memoria democrática sigue siendo saludable y necesaria.