Los dos últimos días de análisis masivo en busca de la covid
que han trascurrido en el polideportivo de Olite/Erriberri apuntan conclusiones
que no se pueden desdeñar porque hablan de cómo abordamos esta tercera ola de
la pandemia, que esperamos sea la última cuando la vacunación neutralice poco a
poco esta pesadilla que nos ha comido un año de vida.
En un
primer análisis sobre el rastreo hecho por Salud llama la atención que no todos
los vecinos citados han acudido a las pruebas de antígenos, que eran
voluntarias pero una buena oportunidad, además gratis, de saber si teníamos el
“bicho”.
En general,
siempre con todas las reservas, ha sido la población de mayores de 60 la que ha ido sin pestañar. Saben que la infección les puede llevar más fácil a la
UCI. El otro tramo llamado, el de 18 a 40 años, parece más ausente o,
posiblemente, está en cuarentena o ha sido positivo y se cree más inmune. Está
claro que el miedo va con las canas.
En cuanto
al peinado en sí, los test rápidos no han levantado muchas liebres. Quizá se
esperaba más después del despliegue, que además cuesta un dinero. En general, estos
días se han revelado más positivos en las PCR practicadas en el centro de salud
que con los antígenos tomados en la cancha polideportiva.
Salvo
casos, los contagios y el eventual peligro de complicaciones persisten en los
domicilios donde posiblemente una persona, de entre 18 y 40 años, se infectó de
Nochebuena a Nochevieja en un encuentro social y luego coló el virus a sus
mayores de 60, a los padres o abuelos que ahora floran. Nada nuevo. Todo como
se sospechaba.
Algo hemos hecho mal para que se haya roto la cadena de
solidaridad intergeneracional. La más primitiva. La de la empatía que protegió
la tribu desde la noche de los tiempos hasta hoy. Alguien tendrá que estudiar
todo esto.