Gentes de
muy diversas trazas, desde amigos de la mili a poteadores de última hora, se
dieron cita aquel día en la bajera de Javier Ortigosa para degustar un rico
calderete y alguna otra cosa más. El solterón eterno también agasajó con una
suelta de vaquillas que repartieron estopa sin esfuerzo. Mari, bajo de estatura
y grande en generosidad, se fue pronto de este mundo pero una colección de
olitenses todavía recuerda su chispa.
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