Pilar Nicuesa, en la centralita de Olite |
El teléfono hace solo unos años era como los mosqueteros,
uno para todos y todos para uno. Cuesta creer, en la era de la comunicación
móvil, que en los años sesenta el modo de hablar por el teléfono para la gran
mayoría de las personas fuera acudir a las centralitas únicas de Correos y
Telégrafos, que en Olite/Erriberri llevaron las
hermanas Pilar (en la foto) e Isabel Nicuesa Ganuza en una pequeña
oficina que estaba en la rúa Romana, casi en la acera de enfrente de la bodega
cooperativa Vega del Castillo.
La centralita,
con su panel lleno de clavijas y retorcidos cables que garantizaban la
conexión, estaba atendida las 24 horas del día y las operarias vivían en el
mismo local, al que el usurio se acercaba a través de la pequeña ventanilla
para pedir una conferencia, recibir una llamada, enviar un telegrama o mandar
una carta. Las hermanas Nicuesa atendieron aproximadamente una década este
servicio que a los más jóvenes se les antoja hoy del Pleistoceno, casi como los
libros de mosqueteros.
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