viernes, 19 de julio de 2019

RESACA DESPUÉS DE LA RIADA

Un desbordamiento como el del río Cidacos del pasado día 8 remueve mil sentimientos en Olite/Erriberri y en cualquier municipio por el que arrasa. Primero empuja chorros de emociones transparentes, que van del miedo a la solidaridad, del no saber cómo reaccionar en plena noche a ayudar a quien está con el agua al cuello.
            Luego la corriente remansa un poco y enturbia. Se evalúan los primeros daños y la luz del día ilumina solidaridad. Cientos de personas, sobre todo jóvenes, se lanzan a limpiar barro en la “zona cero” del barrio de Venecia, a ayudar en los trasteros anegados de la calle Ujué, en el Chino o la Feria. Son efectos, los mejores, tras la conmoción primera. Los más ejemplares, si duda, y los que más han destacado los medios. Es el auzolan que hemos visto en la tele, en el móvil o en las fotos, en Olite/Erriberri y en Tafalla o la Valdorba, en Beire y en Pitillas, aunque injustamente se presta menos atención a los municipios pequeños.
            La riada, por debajo primero y luego sin tapujos, al tiempo saca a flote resquemores de quienes han perdido mucho y, con otra oportunidad, los de quienes a río revuelto pescan disputas. Lo mejor y lo peor de la condición humana también pasa con la avenida del agua y lodo. Hay quien busca al vecino para darle la mano sin mirar su nombre, algunos indagan subvenciones, exploran ayudas para paliar daños y otros, qué pena, claman por derroteros oscuros que dividen. 
           En momentos críticos los grandes pueblos se ayudan. Hay muchos ejemplos en localidades, mayores y menores, que nos rodean, que aguantan con la templanza de afrontar la desgracia juntos. Lo otro, la grieta por la que entra otra vez la riada, es una desgracia sobre la desgracia. Todos merecemos más.

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