Disfrazados en la Plaza de Olite |
El proceso
rescatado por el investigador cuenta que cada año se pregonaban en la fecha de las carnestolendas
advertencias para que “no acontezcan riñas, cuestiones y escándalos” al albur
de la fiesta de los disfraces.
A partir de
las siete de la tarde, indica el bando, ninguna persona podía llevar armas, “so
pena de perderlas”, y además ingresar tres días preso en la cárcel municipal,
según el mandato que hacían el alcalde y los jurados (concejales) y que también
estaba ratificado como testigo por otro vecino, Pedro de Ripalda, porque en el
municipio “se hacen en la dicha noche muchas hogueras, danzas y juegos...”,
señala el texto.
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