Por Álvaro Anabitarte
Entre la riqueza patrimonial de nuestra comunidad, dos edificaciones atraen mayormente la atención del visitante de manera sobresaliente: el castillo-palacio de Olite y la catedral pamplonesa. Ambos espacios acumulan un importante número de forasteros que visionan atentamente sus estancias, pero con una cierta decepción por la falta de elementos que, de alguna manera, realcen el continente patrimonial.
Entre la riqueza patrimonial de nuestra comunidad, dos edificaciones atraen mayormente la atención del visitante de manera sobresaliente: el castillo-palacio de Olite y la catedral pamplonesa. Ambos espacios acumulan un importante número de forasteros que visionan atentamente sus estancias, pero con una cierta decepción por la falta de elementos que, de alguna manera, realcen el continente patrimonial.
En el palacio de Olite, una de las piezas más conocidas
fuera de nuestras mugas y que recibe al forastero con sus mejores encantos,
dejándole, en la mayoría de las ocasiones, con la boca abierta y encantado de
lo que se le muestra en todo el entorno exterior, todo marcha bien hasta que se
empieza a recorrer las diversas estancias. Entonces el desencanto se apodera
del visitante ... (Ver
en Diario de Noticias)
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